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¿Cómo puede alguien estar feliz si está atrapado en una tarea sin fin?

La pregunta la hizo Albert Camus, filósofo francés, al reflexionar sobre el mito de Sísifo. Un hombre condenado por los dioses a empujar una enorme piedra cuesta arriba, solo para verla caer una y otra vez. Día tras día. Eternamente.

Camus, sin embargo, propuso algo desconcertante: debemos imaginar a Sísifo feliz. ¿Feliz, empujando una carga inútil? ¿Feliz, sabiendo que todo esfuerzo será en vano?
La respuesta no está en la cima, sino en la mirada.

Muchas veces vivimos así: levantándonos con el peso invisible de responsabilidades, preocupaciones, planes que no se cumplen. Nos esforzamos. Hacemos listas. Intentamos cumplir con todo. Pero siempre parece que algo se cae, que volvemos al punto de partida. Y eso genera ansiedad.

La ansiedad no siempre viene de lo que tenemos que hacer, sino de lo que queremos controlar. Queremos que el día sea perfecto. Que los otros nos entiendan. Que no falle nada. Que el cuerpo, el trabajo, las emociones estén alineados. Y si no lo están, sentimos que fallamos.

Pero ¿y si dejamos de exigirnos llegar a la cima? ¿Y si encontramos valor en el solo hecho de empujar?

Sísifo no eligió su destino, pero sí puede elegir cómo caminar. Puede maldecir cada paso o hacerlo con calma. Puede mirar al cielo, respirar, y decir: esto es mío. Esta piedra, este momento, esta fuerza que aún tengo. Puede empujar con dignidad, no porque espera un premio, sino porque está vivo. Y vivir, a veces, es eso: seguir caminando sin certezas, pero con intención.

Cuando entendemos que no todo está bajo nuestro control, la ansiedad empieza a soltar su agarre. Lo que otros piensen, lo que pase mañana, incluso lo que sentimos… no siempre podemos manejarlo. Pero sí podemos elegir cómo respondemos. Cómo respiramos. Cómo damos el siguiente paso.

Tal vez hoy no logres hacerlo todo. Tal vez la piedra ruede. Pero tú no eres el fracaso. No eres la piedra. Eres quien la empuja. Y en eso, ya hay fuerza. Ya hay sentido.

La próxima vez que sientas que vuelves a empezar, piensa en Sísifo. No como un símbolo de condena, sino como un acto de humanidad: alguien que, aun sabiendo que todo puede volver a caer, sigue. Con calma. Con fe sencilla. Con coraje silencioso.

Y si hoy no puedes empujar, si necesitas descansar, está bien. Nadie dijo que había que hacerlo sin pausa.

Respira. No estás solo. Mañana será otro día. Y la piedra puede esperar.

un respiro de 500 palabras
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